Una visita a Dios


Un día que me sentía triste, muy triste, hubiese querido escuchar una palabra, que me hiciera sentir bien.
Y pensé –
“los que me quieren están en el cielo, mis padres. Y el que me quiere más todavía, también esta en el cielo, ese es Dios”.
Y me dije –
¿Cómo sería estar con Dios?
Y no lo pensé más. Y me decidí a visitar a Dios.

Cerré mis ojos y me deje llevar. Camine por un camino muy angostico que casi no me entraba los dos pies, pero a medida que me acercaba se ensanchaba el camino.

Al final dos ángeles me dieron la bienvenida, y me llevaron ante la presencia de Dios.

Lo primero que me fije fue que Dios no tenía cada. Todo era un valle con praderas muy verdes y pequeños jardines para cada persona que estaba con Él.

Y de pronto, casi de la nada, un señor muy humilde, no por su vestimenta, sino por su manera de tratar a los demás. Muy sonriente que inspiraba confianza. Y me tendió los brazos, me dijo:

- ¡Hija, te estaba esperando, sabia que vendrías!. Tocó una campanita y de inmediato se escucho una melodía de violines, que me hizo sentir muy bien, sabiendo que todo esto estaba preparado para mí.

Dios dijo:
- Recuesta tu cabeza en mi hombro. El hombro de Dios era acorchonadito. Y de un clima que ustedes no pueden imaginar, tan cálido que me quería quedar para siempre.

Cuando terminó la música Dios me dijo:
- Te tienes que ir hoy mismo; sin embargo, te vas a llevar algo mío. En una cajita de cristal, muy bonita y transparente coloco, de primero: una buena cantidad de admiración y a un ladito puso: amor, sonrisa, bondad; y en el otro lado que queda restante, muchos pétalos de rosas rojas, que recogió de sus jardines. Y le dije:

-  Señor ¿para qué son esos pétalos de rosas?. Y me contestó con una ternura que se le notaba en todo:

-   Es mi regazo para que cuando te sientas mal te acurruques en ellas.

Luego en un plato con el borde dorado coloco: dulzura, fe, esperanza, fortaleza. Y antes de colocarlo de la cajita, extendió sus manos y algo salía de ellas, eran muchas bendiciones, y cerró, amarrando con una cinta dorada. Y antes de entregármela me dijo la palabra que yo quería escuchar:


-  Te quiero mucho. Y esta cajita representa mi corazón. Y abrí los ojos y me sentía tan bien y pensé:

-   Si tengo alguien que me quiere mucho.

¡Y ese es Dios y puedo contar con Él en todo momento.!


Original de Juana Torres

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