La ardiente ... primera vez

Después de haber consumado la entrega, que maravilloso es ver el radiante rostro de Aquel que ha alcanzado la meta, nuestro corazón se enciende por el regocijo del cumplimiento de la promesa, ante la nueva oportunidad. El muerto ha vuelto a vivir, ya no eres el mismo, ahora eres puro corazón... amor puro — puro amor, Tremendo Corazón, un corazón donde cabemos todos.


Después de la boda, cuan  normal nos resultara encontrar a la Esposa, en medio de la Casa, rodeada por sus hijos;  ocupada en su crianza y educación, misión que no puede cumplir sola, a de contar para ello con el apoyo de su Amado, a quien acude y clama ¡Ven, Amor mio; para que le aclares a los hijos aquello que no entienden. 



Ante la duda aclarada y pletóricos por haber sido confirmados. Eufóricos ante las embriagantes afirmaciones recibidas, tertulian, ríen; mientras la Madre silente, observa, meditaba y guardaba todo en su corazón. No faltará la ocasión, donde tenga la Madre que intervenir y ¡pisarle la cabeza a la culebra! Ante los conflictos que se presenten, ante y entre los hijos, intentando que desobedezcan a su Padre.


Mas, con la oportuna aparición e intervención, de la Madre, los hijos retomaran el Camino y Ella gloriosa por haber cumplido, nuevamente, con su Misión, y triunfante volverá al Jardín donde le espera el Esposo para obsequiarle una corona de rosas.




Esta habrá de ser la nueva visión del Esposo, la del padre que nos educa y conduce hacia el Camino, padre que nos instruye en la Verdad y nos infunde Vida. Mas siempre acompañado con la silente e imperceptible presencia de la Madre, en las ocasiones que se amerite su intervención.


Cada ocasión en que seamos capaces de reconocer, que en Ella y por Ella, fuimos conducido a la Fuente de Vida, proclamaremos la grandeza de su humildad y colocaremos una corona por re-novarnos; pero, sobre todo por ser coparticipe en nuestra re-creación, por ser Madre de Dios y madre nuestra.

Esta es Ella,


aquella que como Esposa del Espíritu Santo nos engendra,

aquella que como Madre nos conduce y guía hacia el Camino, que es el Hijo,

aquella que como Hija obediente, nos enseña a amar al Padre y al prójimo como a nosotros mismos; ya que somos hechos a su imagen y Semejanza y por añadidura compartimos la misma RUAH.

Bendita sea tu pureza
y eternamente lo sea.



Un solo Dios se recrea
en tan graciosa belleza.

A ti celestial princesa.
Virgen Sagrada María

Yo te ofrezco en este día
Alma, Vida y Corazón

Míranos con compasión
Y no nos dejes Madre mía

Y danos tu santa bendición,
La que recibimos en el

Nombre del Padre,
Del Hijo y del
Espíritu Santo.



Amen.

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