Hagan esto! en con-memoración mia (Meditación sobre los misterios de dolor - Martes y Viernes)

¿Cuántas veces, durante la danza de la vida, se te presenta la oportunidad de tomar el lugar de Cristo?¿En cuántas ocasiones podrás entregar gozoso TU cuerpo por la salvación de otro?¿Serías capaz de semejante donativo, de arriesgar TU humanidad para que refulja la Luz de aquel que necesita de ese tu dolor?

Con la entrega voluntaria de María, igual que la entrega de Cristo, nos encontramos ante la Epifanía más grande del Amor Encarnado. Ese amor, que sin importar el qué dirán, las burlas, los prejuicios; sólo le mueve o prevalece el deseo de aceptar la voluntad del Padre aunque nos sintamos débiles para cumplirla.


María a similitud de su Hijo, el Verbo hecho hombre, se expuso al escarnio de una humanidad deshumanizada y agonizante; pero, sobre todo, necesitada de humanidad. De una Humanidad, que sólo sería posible, desde la ofrenda de la debilidad de la carne, para que se manifestare el Espíritu.


En la puesta al servicio de la humanidad, de la dignidad del Ser, se concretará per se, la glorificación del Rey de reyes. 

El tráfago indefectible, por este desierto de la vida, cargando con la culpabilidad inocente, que por voluntad de Aquel que nos creó, nos condena al destierro de la Tierra Prometida, hemos de recibir durante nuestras caídas, el acompañamiento del Cireneo que compartirá nuestras angustias y penas y hará más ligera la carga de nuestra propia Cruz.

He aquí el momento culmen, el de la entrega absoluta, del abandono total, en las manos de-quien-para soy la niña de sus ojos, la joya más preciada. Tras el riesgo voluntariamente aceptado, ofrezco mi carne (mis debilidades, mis miedos y heridas) como propiciación de mis pecados mismos y los del mundo entero. Muere así y aquí, al mundo, el hombre viejo; con la Esperanza puesta en quien me dió Vida; al tiempo que declaro ¡Padre, en tus manos encomiendo mi Espíritu!; dando origen así al glorioso re-nacimiento de Aquel por quien doy y dió su Vida para la Redención del hombre.

Entra en juego, así, la respectividad de cada uno en relación con el otro; cuando haciendo uso de nuestra dimensión sacerdotal, mediamos entre Cristo y el hombre; se pone de manifiesto, entonces, la dimensión real del Ser; por encima de las impurezas de la carne, elevando al hombre a alturas inimaginables; es decir, acercándolo a Dios.

Alcen puerta y dinteles, que va a entrar el Rey de la Gloria! Y quién es el Rey de la Gloria?

Abran los corazones para que entre a reinar en ti, Jesús, el rey de la Gloria.

El Padre, Hacedor del mundo, dispuso por libre albedrío sacrifica al Hijo Unigénito; para que todo aquel que en EL crea no se pierda más tenga vida eterna. María, tabernáculo excelso, representando al homo; ofreció su humanidad para dar vida, al que sería Vida; colocándonos en el Camino; lo cual sólo sería posible cuando el Espíritu tomo posesión de ella, haciendo brotar, la nueva vida, desde el tronco de Jesse, convirtiéndose en Templo y sagrario así, de la Santísima Trinidad (Hija, Madre y Esposa).

No hay amor más grande, que el de Aquel quien da la vida por sus amigos.

¡Serías capaz de tomar el lugar de Cristo y ofrecer tus miserias para salvarme?

Permite que se manifieste en ti, la Imagen y Semejanza de la Trinidad e infunde desde el Espíritu, el hálito de vida a quienes te rodean, y al mundo entero.

Por tu dolorosa Pasión.

Ten!… misericordia de nosotros y del mundo entero.



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