19 EE RP Carlos Buela La pasion, Getsemaní

24. Getsemaní.

[200] SEGUNDA CONTEMPLACION A LA MAÑANA SERA DESDE LA CENA AL HUERTO INCLUSIVE.

I. Los preámbulos:
1º. Ponerse en la presencia de Dios y adorarlo.
2º. Pedir hacer toda la oración ad maiorem Dei gloriam.
3º. Es la historia: <y será aquí cómo Cristo nuestro Señor descendió con sus once discípulos desde el monte Sion, donde hizo la cena, para el valle de Josafat dejando los ocho en una parte del valle y los otros tres en una parte del huerto, y poniéndose en oración suda sudor como gotas de sangre; y después que tres veces hizo oración al Padre, y despertó a sus tres discípulos, y después que a su voz cayeron los enemigos, y Judas dándole la paz y San Pedro cortó la oreja a Malco, y Cristo poniéndosela en su lugar, siendo preso como malhechor, le llevan el valle abajo y después la cuesta arriba para la casa de Anás [201].
4º. Es ver el lugar: será aquí considerar el camino desde monte Sión al valle de Josafat, y asimismo el huerto, si ancho, si largo, si de una manera, si de otra [202].
5º. Es demandar lo que quiero, lo cual es proprio de demandar en la pasión, dolor con Cristo doloroso, quebranto con Cristo quebrantado, lágrimas pena interna de tanta pena que Cristo pasó por mí [203]>.
<([204] 1ª nota. En esta segunda contemplación, después que está puesta la oración preparatoria con los tres preámbulos ya dichos, se tendrá la misma forma de proceder por los puntos y coloquios que se tuvo en la primera contemplación de la cena [194-198]; y a la hora de misa y vísperas, se harán dos repeticiones sobre la primera y segunda contemplación, y después antes de cena se traerán los sentidos sobre las dos sobredichas contemplaciones siempre preponiendo la oración preparatoria y los tres preámbulos, según la materia que corresponde, de la misma forma que está dicho y declarado en la segunda semana [119.159])>.

II. El cuerpo de la meditación.
281. Hacia Getsemaní
Mt 26, 36. Me 14, 32. Lc 22, 39 6-40. Jn 18, 1.
Cenáculo, h. 21-22 apr., jueves 6 abril 30 d. C.
Jn 18 [1] Después que Jesús dijo estas cosas, salió con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón; (L) y se dirigió, según costumbre, al monte de los Olivos, ( Mc) a un huerto llamado Getsemaní, en el cual entró con sus discípulos, (M) y dice a los discípulos: «Quedaos aquí mientras voy allí a orar. (L)

Orad, para que no entréis en tentación».
282. La agonía y la oración del huerto
Cenáculo, h. 21-22 apr., jueves 6 abril 30 d. C.
Mt 26, 37-44. Me 14, 33^0. Lc 22, 41-44.
Mc 14 [33] Toma consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, Míos dos hijos del Zebedeo, y comenzó (M) a sentir tristeza, pavor y angustia. [34] Y les dice: «Triste está mi alma hasta la muerte. Quedaos aquí y velad (M) conmigo».
Lc 22 [41] Y Él se alejó de ellos como un tiro de piedra, se puso de rodillas y (M) postrándose sobre su rostro1 oraba, (Mc) y pedía que, si era posible, pasase de Él aquella hora; y decía: «Abba, Padre, todas las cosas te son posibles: [42] si quieres, aparta de mí este cáliz; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya».
Mt 26 [40] Vuelve a los discípulos y los halla durmiendo, y dice a Pedro: (Mc) «¡Simón! ¿Duermes? ¿De modo que no habéis podido velar conmigo una hora? [41] Velad y orad para que no entréis en tentación; el espíritu [está] pronto, pero la carne [es] débil».
[42] De nuevo por segunda vez se alejó y oró diciendo (Mc) las mismas palabras: «Padre mío, si esto [el cáliz] no puede pasar sin que lo beba, hágase tu voluntad». [43] Volvió de nuevo y los halló durmiendo, porque sus ojos estaban cargados, Me y no sabían qué responderle. [44] Los dejó y se alejó de nuevo y oró por tercera vez, diciendo de nuevo las mismas palabras.
Lc 22 [43] Un ángel del cielo se le apareció para confortarle. [44] Entrado en agonía, oraba más intensa-mente. Y su sudor vino a ser como gotas de sangre que caían sobre la tierra.
283. El beso de Judas
Mt 26, 45-50. Me 14, 41-45. Lc 22, 45-48. Jn 18, 2-3.
Cenáculo, h. 21-22 apr., jueves 6 abril 30 d. C.
1 (282) Mc Cayó en tierra; Mt Se postró

Mc 14. (M) Entonces, (L) levantándose de la oración, viene por tercera vez (M) a sus discípulos, (L) y los halló dormidos por la tristeza, y les dice [41]: «¡Dormid ya y descansad!...2. ¡Basta! Ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser entregado en las manos de los pecadores. [42] ¡Levantaos! ¡Vamos! Mirad que está cerca el que me entrega».
(J) También Judas, el traidor, conocía el sitio, porque muchas veces se reunía allí Jesús con sus discí-pulos. Judas, pues, tomando la cohorte y guardias delos pontífices y de los fariseos, [43] de los escribas y de los ancianos, (J) fue allí con linternas y antorchas, con espadas y palos. Y en seguida, estando todavía [Jesús] hablando, (L) llega [aquella] turba; y Judas, uno de los Doce, (L) al frente de ella. [44] El traidor les había dado una señal diciendo: «Al que besare, ése es. [45] Prendedlo y conducidle con cuidado». En seguida que llegó, se acercó (L) para besarle y le dijo: (M) «Salve, Maestro». Y lo besó, (M) Jesús le dijo: «Amigo, ¡a esto vienes!3, ojudas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?».
284. Majestad de Jesús
Jn 18, 4-9.
Cenáculo, h. 22-23 apr., jueves 6 abril 30 d. C.
Jn 18 [4] Jesús, que sabía todo lo que iba a sobrevenirle, se adelantó y les dijo: «¿A quién buscáis?». [5] Le respondieron: «A Jesús el Nazareno». Jesús les dice: «Yo soy». Y estaba Judas, el traidor, con ellos. [6] Y en cuanto les dijo «Yo soy», retrocedieron y cayeron en tierra. [7] Y de nuevo les preguntó: «¿A quién buscáis?». [8] Ellos dijeron: «A Jesús el Nazareno». Respondió Jesús: «Os he dicho que yo soy. [9] Si, pues, me buscáis a mí, dejad ir a éstos». Para que se cumpliese la palabra que había dicho: «No he perdido a ninguno de aquellos que me diste»4.
285. Pedro hiere a Mateo
Mt 26, 50-54. Mc 14, 46-47. Lc 22, 49-51. Jn 18, 10-11.
Cenáculo, h. 22-23 apr., jueves 6 abril 30 d. C.
Mt 26 [50] Entonces ellos se acercaron, echaron mano a Jesús y lo prendieron, (L) Los que estaban a su alrededor líos discípulos'!, viendo lo que iba a pasar, dijeron: «Señor, ¿acometemos con la espada?». [51] Y he aquí que uno de los que estaban con Jesús, (J) Simón Pedro, que tenía una espada, alargó la mano, desenvainó su espada, golpeó al siervo del sumo sacerdote y le cortó la oreja (J) derecha. El siervo se llamaba Maleo.
(L) Respondió Jesús y dijo: «¡Dejad! ¡Basta!». Cogió la oreja y lo curó. (J) Entonces dijo Jesús a Pedro: «Mete la espada en la vaina; [52] porque todos los que usan espada, morirán por la espada. [53] ¿Crees tú que no puedo invocar a mi Padre y me enviaría en seguida más de doce legiones de ángeles? [54] ¿Cómo entonces se cumplirían las Escrituras, según las cuales debe suceder así? (J) ¿No voy a beber el cáliz que me ha dado el Padre?».
286. Justa queja de Jesús
Mt 26, 55-56. Mc 14, 48-49. Lc 22, 52-53.
Cenáculo, h. 22-23 apr., jueves 6 abril 30 d. C.
Mt 26 [55] En aquella hora dijo Jesús a la turba:«¡Como a un ladrón habéis salido a prenderme con espadas y palos! Todos los días me sentaba en el templo para enseñar, y no me prendisteis, (L) Pero, ésta es vuestra hora y el poder de las tinieblas. [56] Mas todo esto ha sucedido para que se cumplan las
2 (283) Lc ¿Por qué dormís? Levantaos, orad para que no entréis en tentación.
3 Con estas palabras le muestra Jesús a Judas que conoce sus intenciones. Pero el texto griego es oscuro y por ello diversamente interpretado. Comúnmente se traduce en forma interrogativa: «Amigo, ¿para qué has venido?"».
4 (284) Cfr. Jn 6, 39, nº. 115; 10, 28, nº. 165; 17, 12, nº 279.

Escrituras de los profetas».
287. Los discípulos huyen
Mt 26, 56. Mc 14, 50-52. Jn 18, 12.
Cenáculo, h. 22-23 apr., jueves 6 abril 30 d. C.
Jn 18 [12] La cohorte, pues, el tribuno y los criados de los judíos prendieron a Jesús y lo ataron, (M) En-tonces todos los discípulos lo abandonaron y huyeron.
Mc 14 [51] Un joven le seguía, envuelto el cuerpo desnudo con una sábana, y trataron de prenderle, mas él, [52] dejando la sábana, se les escapó desnudo5.
1. El lugar: En Getsemaní, ubicado en la ladera occidental del monte de los Olivos, apenas pasado el torrente Cedrón, comienza el último capítulo de la vida terrena de nuestro Señor Jesucristo: la Pasión sangrienta. Este capítulo culmina en la cruz. Estamos en el día 13 del mes de Nissan del año 33 de la era cristiana, según nuestro cómputo, alrededor de las 23 horas y hacía frío (“…viendo a Pedro calentándose…”, Mc 14,67; Cfr. Jn 18, 18). Llegó el Señor aquí con once de sus Apóstoles luego de estar con ellos varias horas en el Cenáculo, lavarles los pies, compartir con ellos la Última Cena, instituir la Eucaristía y el sacerdocio católico, hacerles un hermoso sermón en el que dejó correr los más íntimos efluvios de su corazón –parte en el Cenáculo y parte en el camino que baja del monte Sión de los cristianos al pequeño torrente Cedrón– y dirigir su oración sacerdotal al Padre.
2. El misterio: Allí entra en agonía, en el sentido de lucha y pelea, en un estado de suprema angustia y tristeza. Cayó sobre su rostro (Mt 26, 39), en señal de profundo abatimiento. Y allí va a decir unas palabras, llenas de misterio, que expresan el secreto profundo y el dolor profundo que pasó el Señor en la Pasión: Mi alma está triste hasta el punto de morir (Mt 26, 38), o sea, siento una tristeza tal que ella sola bastaría para darme muerte.
"Triste está mi alma hasta la muerte", se corresponde con su equivalente: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? (Mt 27, 46), cuarta palabra estando colgado de la cruz. Ambas expresan el dolor sustancial de la Pasión, el dolor interior de Jesús, los dolores morales que son mucho más acerbos que los dolores físicos, de tal manera, que si a la Pasión le faltase el sudor de sangre, la flagelación, la coronación de espinas, la cruz... la Pasión seguiría siendo Pasión; por el contrario, si no faltase nada de esto y careciera de aquello, esto es los dolores morales, la Pasión no sería Pasión.
3. Dos causas del dolor de Cristo: ¿Cuáles son las causas del dolor de Jesús que lo llevan a sentirse triste con una tristeza que podría darle muerte y, sobre todo, a sentirse abandonado de su Padre? Muchas son las causas: el cansancio corporal, la traición de Judas, la despedida de su madre, el abandono de los amigos, el odio de los
5 (287) El pequeño episodio que refiere únicamente San Marcos parece un recuerdo personal del Evangelista.

enemigos, la muerte cercana y el modo en que iba a morir. Pero estimo que basta con señalar las dos causas principales de semejante dolor.
Primera causa: Tomó sobre sí mismo los pecados de todos nosotros, desde el pecado de Adán y Eva hasta el último pecado que cometa el último hombre que habite la tierra. ¡Y con todo eran nuestras dolencias las que Él llevaba y nuestros dolores los que soportaba! ... Él ha sido herido por nuestras rebeldías, molido por nuestras culpas. Él soportó el castigo que nos trae la paz, y con sus heridas hemos sido curados. Todos nosotros como ovejas erramos, cada uno marchó por su camino, y Yahveh descargó sobre Él la culpa de todos nosotros. Fue oprimido, y Él se humilló y no abrió la boca. Como un cordero al degüello era llevado, y como oveja que ante los que la trasquilan está muda, tampoco Él abrió la boca. Tras arresto y juicio fue arrebatado ... Fue arrancado de la tierra de los vivos; por las rebeldías de su pueblo ha sido herido (Is 53, 4–8). Sufre Jesús porque se hizo cargo de todos los pecados de los hombres. El que se hizo carne (Jn 1, 14) por nosotros, por nosotros se hizo pecado (2 Cor 5, 21), es decir, "sacrificio por los pecados"6 como si los pecados hubiesen sido suyos. El que por nosotros "se hizo carne", se hizo maldito por nosotros (Gal 3, 13). Con mirada profética vio todos los pecados cometidos por la humanidad de todos los tiempos, los vio en número, con toda su malicia, con todas las circunstancias que aumentan su malicia, y sufrió con ellos al verlo al Padre ofendido y a los hombres condenados. Y sólo Él es capaz de saber lo que significa para el hombre alejarse de Dios, porque sólo el inocente es capaz de entender toda la malicia del pecado. Vio todos los pecados de la humanidad: homicidios, robos, traiciones, mentiras, cismas, impurezas, malos pastores, escándalos, avaricia, injusticias, apostasías, sacrilegios, anticoncepción, hipocresías, cobardías, herejías, infidelidades, guerras, desobediencias, odios, sectas, rencores, abortos, falsa mística, blasfemias, idolatrías, supersticiones, desagradecimientos, falsos profetas, codicia, los pecados contra el Espíritu Santo, los que claman al cielo... ¡todos, todos, todos!
Segunda causa: Sufre también Jesús porque en Getsemaní, y en toda la Pasión, con mirada profética, veía a todos los miembros de su Cuerpo místico, de su Iglesia: Papas, obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas, misioneros, los fieles cristianos laicos, también a los que pertenecen al alma de la Iglesia, aunque sin culpa no están unidos a su Cuerpo. Vio todo lo que iban a sufrir por Él. Vio todos los fracasos, luchas, incomprensiones, injusticias, persecuciones, desolaciones, arideces, sequedades, "noches oscuras", envidias, celos, sufrimientos, abandonos, traiciones, enfermedades, renuncias, confusiones, desprecios, oprobios, injurias, burlas, marginación, ostracismo, destierro, cárceles, torturas, debilidad, indefensión, ayunos, vigilias, penitencias, cansancios, deshonras, dudas, dolores. Vio todos los tormentos de todos los mártires de todos los tiempos, desde San Esteban al Padre Jerzy Popielusko, desde los mártires romanos hasta los de Ruanda y Bosnia–Herzegovina, desde San Pedro y San Pablo hasta
6 Concilio Vaticano II, Dz. 286.

los Cardenales Stepinac, Beran, Slipyj, Mindszenty, Wyszynski, Tomasek, Koliqi, Todea, Korec... Todos esos sufrimientos no los vio como ajenos a sí, sino como sufrimientos suyos propios: ¡eran sufrimientos de los miembros de su Cuerpo!, ¡habían de sufrir por su amor!, ¡los perseguirían porque querían ser fieles a Él! Por eso decía San Agustín: "La tribulación de la Iglesia y del cuerpo de Cristo continúa hasta el fin de los siglos"
7 ; y el Padre La Palma dice: "No sintió menos los trabajos de su Cuerpo místico que los de su cuerpo natural"8; y muy bellamente Pascal: "El Cristo estará en agonía hasta el fin del mundo"9.
4. Grandeza del dolor: Con tanto dolor, por tres veces, clama al Padre: Padre mío, si es posible, pase de mí este cáliz; mas no sea como yo quiero, sino como Tú quieras (Mc 14, 36). Vuelve a los suyos, a quienes había dicho que rezaran y vigilaran, y los encuentra dormidos. (¡Cómo ahora! Pareciera que la Iglesia arde por los cuatro costados y algunos pastores no sólo duermen sino que roncan).
Jesús en ese momento se siente como dándole las espaldas a su Padre, es como si Él que se hizo pecado, sintiese de su amoroso Padre las terribles palabras que oirán los condenados por toda la eternidad: Apártate de mí, maldito, id al fuego eterno... (Mt 25, 41). Es como si el Padre hubiese dejado de amarle.
Y esa doble realidad que carga en su alma, todos los pecados y todos los sufrimientos y como sentir la repulsa de su Padre, hace que tenga un dolor tan intenso que se produce el fenómeno llamado "hematidrosis o diaforesis sanguínea"10, o sea, se rompen sus vasos capilares y por las glándulas sudoríparas comienza a sudar sangre: y sudaba como gotas de sangre que caían hasta el suelo (Lc 22, 44). ¡Cuán abundante debió ser ese sudor de sangre, que ésta empapó las ropas para luego caer al suelo!
De este paso de la Pasión de Jesús debo aprender dos cosas:
1º Por muy grandes que sean mis pecados, aunque sean los de toda la humanidad, más grande es la misericordia de Dios, que por ellos de manera anticipada murió en la cruz. La grandeza de su dolor fue a la medida de su amor, por eso debo pensar siempre: que me amó y murió por mí (Gal 2, 20).
2º Por muchos que sean mis sufrimientos, Cristo los sufrió antes. Por más que crea que estoy sólo en las estepas rusas, en el desierto egipcio, en el bosque de cemento de Nueva York, en los arrozales chinos, en las sabanas tropicales o en medio del océano, por esta presente dificultad que sufro, sufrió Cristo, como sufrimiento propio suyo. Nunca estoy sólo. Siempre alguien me comprende y, lo que es más, comparte mi dolor. Por mucho que me cueste cumplir los mandamientos y los deberes de estado, por mucho que
7 Liturgia de las Horas, t. III, p. 157.
8 Historia de la Pasión, BAC, Madrid 1967, p. 96 ss.
9 Blas Pascal, Pensees, Le mysterie de Jesus, p. 553.
10 La Palma, o. c., p. 147, nota 24; Manuel Tuya, Del Cenáculo al Calvario, Ed. San Esteban, Salamanca, 1962, p. 167.

me cueste ser fiel a mi vocación, "Cristo sufrió por mí, Cristo pagó por mí, Cristo murió por mí"
11.
Jamás debo borrar de mi corazón lo que mi dulce y divino Esposo, Jesucristo, sufrió por mí. Debo pedir, muchas veces, la gracia de tener: "dolor con Cristo doloroso, quebranto con Cristo quebrantado, lágrimas, pena interna de tanta pena que Cristo pasó por mí"12.
Otra meditación posible:

La Pasión, modelo para nuestra vida.

¿Era necesario que el Hijo de Dios padeciera por nosotros? enseña Santo Tomás:
Ciertamente lo era y por dos razones:
1º- Para remediar nuestros pecados.
2º- Para darnos ejemplo de cómo hemos de obrar.
1º-Para remediar nuestros pecados, porque en la Pasión de Cristo encontramos el remedio contra todos los males que nos sobrevienen a causa del pecado.
2º-La segunda razón tiene mucha importancia, ya que la Pasión de Cristo basta para servir de guía y modelo para toda la nuestra vida. Pues todo aquel que quiera llevar una vida perfecta no necesita hacer otra cosa que despreciar lo que Cristo despreció en la Cruz, y apetecer lo que Cristo apeteció.
-Si buscas un ejemplo de amor: “Nadie tiene mayor amor…” Esto es lo que Cristo hizo en la cruz.
“¡Es un Dios que en la cruz clavados
tiene ya por los pecados
de todos los pecadores,
de tanto abrirlos de amores
los brazos descoyuntados!”
Y por esto, si Él entregó su vida por nosotros, no debemos considerar gravoso cualquier mal que tengamos que sufrir por Él.
-Si buscas un ejemplo de paciencia, encontrarás el mejor de ellos en la Cruz. Dos cosas son las que dan la medida de la paciencia: sufrir pacientemente grandes males, o sufrir, sin rehuirlos, unos males que podrían evitarse.
11 Cf. San Juan de Ávila, Sermón Domingo III después de Pentecostés, Obras del Maestro San Juan de Ávila, T. 2, BAC, Madrid 1970, p. 295.
12 San Ignacio de Loyola, Exercicios, [203].

Ahora bien, Cristo en la cruz sufrió grandes males en el cuerpo y en el alma y los soportó pacientemente, ya que “en su pasión no profería amenazas”; “como cordero llevado al matadero enmudecía y no abría la boca”. Grande fue la paciencia de Cristo en la Cruz (Heb 12, 2-3).
-Si buscas un ejemplo de humildad mira al crucificado: Él, que era Dios, quiso ser juzgado bajo el poder de Poncio Pilato: “Se humilló hasta la muerte y…” Lavatorio de los pies.
-Si buscas un ejemplo de obediencia, imita a Aquel que se hizo obediente al Padre hasta la muerte (Ro 5,19). “ Si es posible…”
-Si buscas un ejemplo de desprecio de las cosas terrenales, imita a aquel que es Rey de reyes y Señor de señores, en el cual están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del a ciencia, desnudo en la Cruz, burlado, escupido, flagelado, coronado de espinas, a quién, finalmente, dieron a beber hiel y vinagre.
No te aficiones a los vestidos y riquezas, ya que se “reparten mi ropa”; ni a los honores, ya que “entretejiendo una corona de espinas, la pusieron sobre mi cabeza”; ni a los placeres, ya que “para mi sed me dieron vinagre”.
Si creo verdaderamente en el Señor debo esforzarme por vivir todas y cada una de sus virtudes (Gal 2,19).
Que ninguno reciba el reproche de San Pablo «¡Oh insensatos gálatas! ¿Quién os fascinó a vosotros, ante cuyos ojos fue presentado Jesucristo clavado en cruz? Esto sólo quiero saber de vosotros: ¿Habéis recibido el Espíritu por virtud de las obras de la Ley o por virtud de la predicación de la fe? ¿Tan insensatos sois? ¿Habiendo comenzado por el Espíritu, ahora acabáis por la carne? ¿Tantos dones habréis recibido en vano? Sí que sería en vano» (Gal 3,1-4). Para no recibir este reproche debo gloriarme en la Cruz de Jesús «Cuanto a mí, no quiera Dios que me gloríe sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo está crucificado para mí y yo para el mundo» (Gal 6,14).
Debo revestirme de Él.
Debo ser su embajador.
Debo ser su Apóstol.
Debo ser su fiel discípulo.
Debo mostrar con mi vida, que Cristo vive.
Debo aprender a morir a mí mismo.
Mira a quién “por ti y por tus pecados… pende de la Cruz, y crucificándote tú también, procura recibir algún provecho de tu misma culpa, compra la

salvación con la muerte… deja fuera, muerto lo que hay en ti de pecado” (San Gregorio Nacianceno).
«El que no sabe morir
Mientras vive, es vano loco:
morir cada día un poco
es el modo de vivir.
Vivir es apercibir
el alma para tener
la vida muerta al placer
y muerta al mundo, de suerte
que cuando venga la muerte
le quede poco que hacer.
Igual que el Sol hay que ser
que, con su llama encendida
va, acabando y naciendo
de tantas muertes tejiendo
la corona de la vida.
Por eso busco el sufrir
para, como el sol, decir
que de la muerte recibo
nueva vida y que si vivo
vivo de tanto morir».
J. M. Pemán

III. El coloquio o coloquios:
<Acabar con un coloquio a Cristo nuestro Señor, y al fin con un Padre nuestro [198]>.

IV. El examen de la meditación.


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